lunes, 2 de diciembre de 2013

Fue quien de robarme la más grande de las sonrisas, solo con sus ojos clavados en mi, siempre, fue su tacto el que erizo mi piel, su voz la que calmó mi sed y su sonrisa la que me hizo perder la cordura.
Qué no fui dueña de mi mente, ya que él la mantenía ausente de la objetividad. Tío, que sus labios fueron mi perdición. Oculté el hecho de desearlos pero valió de poco, y es que aunque aparentara desconocer mis intenciones, sabía que solo uno de sus besos me llevaría hasta el extremo de la locura.