lunes, 18 de noviembre de 2013

¿Y su pecho qué niña? Se aferra a mi cuando me tumbo en el, y sus labios conocen todos y cada uno de los caminos que hay en mi piel. Cuando estoy con él realmente pienso que he sido la persona a la que más ha querido en su vida, y que no miente cuando me lo dice, sé que no miente tío porque me besa en la frente con el mayor cuidado posible. Es costumbre el fingir que no quiero saber de él, se tira meses intentando meterme en su cama, y yo deseando hacerlo aunque no lo sé hasta que estoy allí. Finjo odiarle, y hago todo lo posible por molestarle ya que al fin y al cabo ha sido la única persona capaz de hacerme un daño tan grande como para merecer eso. Él no se aleja, sigue ahí. Y yo que he vuelto a esa realidad en la que al menos mi cabeza da vueltas y analiza incluso el más mínimo detalle de lo que me ocurre. He vuelto y aquí estoy en la ventana, viendo como el cigarro que aparento estar fumando se consume, como yo también me consumo.